Thursday, September 17, 2009

"Donde Estabas"

NOTE from the author: Some of the events described below actually took place, word by word and reaction by reaction.

“Dónde estabas? Tengo casi media hora esperandote.”, preguntó Irene una vez que apagó la moto.

“Nada, el tráfico”, contestó sin dar más explicasiones. “Todavia te sigue molestando?”, agregó.

“No, desde el susto que le metiste ya casi no me habla”, dijo Irene con una leve sonrisa en su rostro mientras se subía al asiento trasero.

“Espera”, Gustavo sacó algo de las bolsas de su chamarra. “…Y estos, son para la princesa” , dando un par de guantes de piel a la joven.

Irene sonrió, le dio un beso y comentó “Aww, gracias”, con su tono claro y dulce de voz.

Detalles simples como éste era lo que los unía. Aunque a veces Gustavo pareciera serio e ído, de repente la sorprendia con aspectos de su vida que no concordaban con su personalidad; o con actos sencillos y, desde la superficie, triviales, pero determinantes.

“Entonces? A tu casa o a la mía?” preguntó antes de encender la motocicleta.

“Quieres ir a comer algo? Yo invito”

“Contigo hasta el fin del mundo, princesa”

Volvió sonreir. Encendió la moto, y poco a poco el sonido del motor fue haciendose cada vez mas ténue a la distancia.

El café estaba medio vacío y la poca gente que había parecía tener siglos ahi. Todos en sus computadoras y un silencio reinaba el lugar.

Atendiendo estaba una joven alta, blanca, con cabello lazio y muy negro; como de 23 años. Ojos gris-azules y de buena figura. Se levantó de una silla, se puso detrás del mostrador cuando los advirtió venir.

“Qué vas a querer?” preguntó Irene sin prestar atención a la sonrisa de la joven y viendo los envases de refresco frente a ella.

“Si te digo, te vas a enojar”, respondió Gustavo sonriendo y viendo a los ojos a la muchacha que atendía, todo, aprovechando que Irene estaba distraída.

La joven detrás del mostrador sonrió. Irene, todavía sin noción de lo que sucedía, preguntó con extraño “Por qué?”

“Voy a querer uno de esos” señaló una botella con tepache a la muchacha.

Abrió la puerta del mostrador y señalando el envase que el había indicado preguntó, “Esta?”

El contestó, “No, la otra” Movió el dedo hacia la otra botella esperando su respuesta. “No, la otra” volvió a mover su mano. “No, la otra”.

A través del vidrio del mostrador notó que la muchacha sonreía más cada vez que la hacía apuntar a una botella distinta.

Finalmente dijo, “No, mejor ésa” Concluyó apuntando a la primera botella que indicó. Finalmente soltó una carcajada. Toda la conversacion con la joven fue en inglés, pues era Americana y no parecía hablar español.

Volviendo hacia Gustavo, Irene preguntó, “Si pido uno de esos, te comes la otra mitad?” Apuntando hacia un henorme menu que colgaba en la pared.

“Claro”

“Me das un chikin Panini?” dijo a la joven con acento muy marcado en su inglés.

“Sólo uno?”, cuestionó la joven de los ojos gris-azules.

“Sí. Estoy a dieta”

La muchacha, levantando su pulgar izquiero, dijo, “Bien por ti”.

Las dos se sonrieron. Y al dar la vuelta Irene notó que Gustavo ya no estaba ahí, vio a su alredor y se dio cuenta que estaba sentado en una de las mesas en la parte trasera, donde no había nadie. Caminó hacia él.

Gustaba verla de lejos, sus pequenos 5 pies y 4 pulgadas de estatura eran distintos a los de las demás, eran más tiernos. En si era una muchacha muy común, sin embargo tan distinta a todas. Nació en Puebla, México. Tenia 22 años y había llegado a los Estados Unidos a los 18. Su tono de piel era moreno obscuro, pero podía distinguirse que alguién en su familia fue blanco; sus ojos eran grandes y negros. Tenía aquella mezcla de razgos indígenas y facciones Espanolas que sólo en Puebla podían encontrarse. Usaba el cabello algo corto, casi le llegaba los hombros. Era de color castaño y algunos mechones eran muy claros, casi rubios; especialmente cuando andaba bajo la luz del sol. Boca de tamaño regular, pero labios muy carnosos.

“Qué pasa?”, preguntó pues notó que la veía fíjamente.

“Nada, sólo estaba viendo el cuerazo de mujer que eres”

“Ay, tu”, sonrojó. No sabía por qué, pero gustaba de sus piropos, aunque a veces fueran algo vulgares.

“Y ese milagro que decidiste salir a mitad de semana?”

“Pues ya ves, hoy amanecí de buenas”

“Se dice ‘chiken’, pero está bien; te doy permiso que sigas diciendo ‘chikin’. Me gusta tu acento”

Sabía que no había perfección en los humanos, que no era como dos angulos rectos que juntos daban 180 grados sin importar las circunstancias o adtitud del sumante. Y es que no era que Irene fuera perfecta por su imperfección, sino que era perfecta ante los ojos de Gustavo porque encontraba sus imperfecciones como cualidades y no defectos. Su acento marcadisimo, sus faltas de ortografía, y su terquedad de seguir ayudando a personas que la lastimaron y abusaron de su confianza, incluso el bendito gato que había encontrado en la calle y que después hizo que viviera con él en su departamento pues ella no podía cuidarlo por su horario entre escuela, novio, y trabajo.

“Ya me dijo el maestro que estoy lista para ESL 4”

“Y Karina? Cómo va?”

“Si es bien menza. No se le pega nada ni aunque le ponga resistol en la cabeza. Creo que es su hijo, no tiene mente para otra cosa. La semana pasada faltó 4 días y dice que quiere aprender rápido para poder conseguir un trabajo de secretaria en una tienda. Pero si sigue así, no creo que vaya a poder”

“Chiken Panini!” Exclamó la muchacha del mostrador.

“Vas o voy”, preguntó Gustavo.

Buscando dentro de su bolsa Irene respondió “Ve tú”. Después extendió la mano y dando un billete de $20 dijo, “Ahí le pagas”.

Tomó el dinero y se dirigió hacia el mostrador.

La joven de ojos gris-azules sonrió al verlo. “Quieres que lo parta en dos?”, preguntó.

“Sí”

Sacó un cuchillo de uno de los cajones y procedió a cortarlo. “Gracias” Dio el billete a la joven.

Abrió la caja registradora y dijo “Aquí esta tu cambio”

Con tono serio y viendola a los ojos Gustavo comentó, “Gracias, te amo”

La muchacha sonrió y antes que pudiera decir algo, Gustavo tomó el plato y se fue.

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